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Queridos amigos del Foro:
Esta mañana (hoy es Sábado) ha salido mi madre (95 años) con tres hermanos míos en coche para Zaragoza para ver a su hermana de 98 años y madre de 8 hijos, y abuela y bisabuela de un montonazo de nietos y biznietos. Por mi grave enfermedad, no he podido acompañarles, como hubiera sido mi ilusión. Van a comer todos a casa de mi primo Fernando y su familia, y allí acudirán más primos míos. Anoche recibí un e-mail tan profundo y entrañable de mi primo, que he pensado transmitíroslo íntegramente a vosotros (os lo pongo en letras azules):
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Querida Fina:
Hubiera querido que pudieras haber venido con tu madre. Ya sé que no ha sido posible y no porque no tuvieras ganas de venir. Me pongo en tus zapatillas o mocasines y comprendo la situación.
Qué importante es ponerse las zapatillas del otro para entender todo lo que le rodea, las decisiones que toma, los temores, sueños, deseos, miedos y retos. Hoy mismo me he puesto los mocasines de un conserje de uno de los institutos de los que soy inspector. Me ha llamado por teléfono y, con cierta dificultad en la voz, me ha contado que está de baja, casi se ha quedado tetrapléjico por una enfermedad de la que no saben la causa. Me llamaba para pedirme ayuda para un hijo suyo de 21 años que había terminado la ESO pero no tenía nada más y pedía orientación. Me contaba que tenía otra hija de 14 años... Me he puesto en su lugar, me he sentado donde él debía estar y creo que, con todo, no he llegado a sentir su dificultad física, sus temores y las angustias vitales de dejar a sus hijos con un futuro difícil, su pena de no poder trabajar, el aislamiento social que todo esto le ha producido... Ponerse en lugar del otro, es parecido a rezar, sólo que la reflexión interior no se dirige a lo más elevado, sino que trata de llegar a ese lugar pequeño, humilde y discreto que es la mente del otro ser humano.
El martes he quedado con su hijo y trataremos de ver qué se pude hacer, intentaré darle un volante, directrices, algo de motor, ruedas nuevas, marcas de la rodadura que yo, y otros muchos como yo, hemos vivido. Es el camino. Intentaré darle vida para que esa vida la regale a su padre. A mi amigo conserje, que ha tenido la deferencia de creer que yo puedo ayudarle, le he agradecido su atención y le he pedido que vea la importancia de la motivación en su progreso vital, porque todo es progreso, con enfermedad y sin ella; la vida no es transcurrir, es avanzar y en ese ir hacia más allá de los límites que uno cree tener, la motivación es esencial. Él debe buscar la motivación en sus hijos y seguro que lo piensa así y por eso me ha llamado.
Tú tienes la motivación en todos los que te rodean, escriban o permanezcan callados. Están ahí, recibiendo tu ejemplo, imitándote hoy o en el futuro, leyendo tus correos no una sino varias veces, leyendo también los correos de tu madre y de tus hermanos. En la larga lista de correos, tus mensajes son semillas. En algún caso no crecen al principio, pero ahí quedan, en otro caso germinan de inmediato. La flor que crece con el mensaje no necesita ser vista u oída. Es flor, como la rosa es rosa.
Mañana vamos a disfrutar viéndoos en casa. A todos os doy las gracias de antemano. Si tienes posibilidad de viedoconferencia creo que podríamos conectar para que tuvieras nuestra imagen y nuestra voz. Puedo poner el ordenador en la sala y que veas el ambiente, el ruido, a mi madre y a la tuya. No es necesario que digas nada. Tu presencia nos hará ponernos esas zapatillas que tanto necesitamos sabernos colocar.
Con todo el cariño,
Fernando.
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