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 EL HOMBRE: EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR DE DIOS

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Georges42
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MensajeTema: EL HOMBRE: EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR DE DIOS   EL HOMBRE: EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR DE DIOS EmptyMar Feb 13, 2007 4:21 pm

EL HOMBRE: EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR DE DIOS Creati10
El hombre :

EL HOMBRE: EXPRESIÓN MÁXIMA DEL AMOR DE DIOS



OBJETIVO: Tomar conciencia que la dignidad y superioridad del hombre provienen del amor de Dios y del ser “imagen y semejanza” suya.


HECHO DE VIDA:

Mientras caminaba por la calle iba preguntándome si Dios me amaba y si efectivamente yo le importaba. Estaba triste y desalentado por las preocupaciones y problemas que me envolvían; me sentía solo y abandonado, en “mi noche oscura” que nada la clarificaba. De repente, vi a un niño hambriento y tiritando de frío por la poca ropa que llevaba. Me encolericé y le reclamé a Dios “¿Así dices que nos amas?, ¿cómo permites estas cosas?, ¿por qué no haces nada para solucionarlo?”.
Durante unos minutos, Dios guardó silencio. Pero, luego, Él me respondió: “Ciertamente que he hecho algo. Te he creado a ti”.

Preguntas para compartir:

 ¿Has dudado en algún momento de tu vida del amor de Dios?, ¿por qué?
 ¿Cómo descubres el amor de Dios a pesar de las dificultades y problemas que te tocan vivir?
 ¿Qué significa para ti la respuesta dada por Dios en el texto?

LECTURA BÍBLICA: Sal 8

CONTENIDO DOCTRINAL:

1. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios:

“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar , las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. Creó pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó”. (Gn 1, 26-27)

Las palabras bíblicas del Génesis nos indican cuál es el principio de la grandeza de la naturaleza humana. El hombre ocupa un lugar único en la creación, pues fue creado a imagen y semejanza de Dios. “Imagen”, “semejanza” son expresiones que hoy se podrían traducir por “fotografía”, “retrato”, “copia”. Eso fue precisamente lo que Dios hizo al crear al ser humano: su propia fotografía. De ahí que sería injurioso para con Dios el desvirtuar o infravalorar su obra de arte, la más bella entre los seres creados del mundo material. En tal sentido, “no hay hombre feo”, pues todos gozan de la bondad y del amor de Dios. Así mismo, no hay nada en el hombre que pueda ser motivo de vergüenza y, menos todavía, los órganos destinados por Dios para continuar en el mundo con su obra creadora.
El hombre es semejante a Dios, sobre todo, porque es el único ser que puede conocer y amar a su Creador. Sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad, de su “ser persona”. El hombre no es solamente “algo”, sino “alguien”. Por tanto, es capaz de conocerse, poseerse, relacionarse y entrar en comunión con otras personas, especialmente con su Creador, a quien le debe ofrecer una respuesta de fe y de amor. Nos creó en armonía perfecta con Él, en una relación íntima y permanente. Nos creó para amarle y ser amados de una manera personal. Esto lo podemos experimentar aún cuando teniéndolo todo en la vida, sentimos un vacío interior, que no es otra cosa que la búsqueda de Dios mismo.
El ser humano es también semejante a Dios porque ha sido hecho para ser creador a su vez. Dios ha dado al hombre y a la mujer las perfecciones y órganos necesarios para que puedan ser instrumentos de su poder creador y dar, en el amor mutuo, la vida a sus hijos.
Al hombre se le ha constituido, además, “señor” de la tierra y de los otros seres vivos, que le son confiados para que se sirva de ellos, los administre con amor y justicia, y los cuide.

2. El hombre participa de la obra creadora de Dios:

El hombre ha recibido de Dios el mandato de dominar la tierra y todo cuanto en ella se contiene (cf. Gn 1, 26-29). A ese mandato corresponde el deber de trabajar, por medio del cual el hombre participa de la obra creadora de Dios, se perfecciona a sí mismo, obtiene los recursos para el bienestar familiar, presta un servicio provechoso a la sociedad, contribuye a que se cumpla la voluntad de Dios y consigue su santificación y salvación.
Toda la creación goza de la bondad y belleza de Dios, por eso, aunque tenemos un dominio sobre ella debemos cuidar la naturaleza, ya que liquidarla sería ir contra la misma obra de Dios.

3. El hombre, centro del amor de Dios:

Sabemos que “ Dios es amor” (cf. 1Jn 4, 8.16) en sí mismo, pero su amor no queda en Él, sino que lo comunica a través de su creación, especialmente en el hombre donde tiene su máxima manifestación.
El amor de Dios nunca defrauda, es eternamente fiel. Sigue amando lo que creó; y por eso todas sus relaciones con el mundo y el hombre no pueden ser más que relaciones de amor. Nos amará siempre y a pesar de todo, deseando para nosotros todo bien, sin mérito de nuestra parte, aunque muchas veces le correspondamos mal: “los montes se correrán y las colinas se moverán pero mi amor de ti no se apartará” (Is 54, 10). Aún, los aparentes castigos que Dios nos envía en nuestra vida, no son, en su pedagogía, más que nuevas pruebas de su amor.
No sabemos cómo se las arregla, pero nos ama como si fuéramos el único ser vivo en el mundo. Somos únicos. Cuando nos hizo, rompió el molde, por eso, no encontraremos a nadie igual a nosotros.
“El nos ama incondicionalmente, no por lo que seamos o hagamos sino porque Dios es amor” (Jn 4,16). No nos pone condiciones para amarnos, no necesitamos aparentar, ni hacer méritos, pues, Dios no nos deja de amar por los defectos que tengamos, sino que nos ama a pesar de ellos. No guarda rencor ni se venga cuando le lastimamos. Su amor para el que peca y sufre se llama misericordia y perdón. Su fidelidad en amar es lo que la Biblia llama: su “verdad”, su “justicia”. Por ello, si decimos que creemos en Dios, pero no en su amor, estamos pensando en un Dios que no es el verdadero.
Dios toma la iniciativa para amarnos y lo que nos pide es que nos dejemos amar por Él. No se trata de que nosotros intentemos llegar a Él, sino que Él es quien quiere llegar a nosotros. A veces nosotros buscamos a Dios y lo queremos amar, pero nadie puede amarlo si antes no ha experimentado su amor.
Hay que hacer un alto en nuestro camino, detenernos y dejarnos alcanzar por su amor. Dios está a la puerta y toca, depende de nosotros que Él entre en nuestra vida, pues Él es un caballero que no nos obliga, respeta nuestra libertad.
Dios nos ama sin condiciones, pero el hombre tiene que cumplir ciertas exigencias para amarle: “ Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos” (1Jn 5,3).

4. Dios sigue dando pruebas de su amor al hombre:

A lo largo de toda la historia de la humanidad Dios ha dado reiteramente pruebas de su amor, muchas veces invisibles y misteriosas. Ahora bien, esta historia de amor y de salvación tiene su coronación y manifestación plena en Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 16).
Pero, ¿sigue Dios dando pruebas de su amor a la humanidad? ... Para muchos, el Dios que en tiempos pasados dio evidentes muestras de amor a los hombres, ahora se encuentra silencioso, mudo. De allí la atmósfera de escepticismo y desacralización en que vivimos. Sin embargo, Dios sí nos ofrece hoy muchos signos de su amor que impulsan al crecimiento espiritual del hombre, que anuncian tiempos mejores para la Iglesia y la humanidad, y que manifiestan la realidad de la promesa de Cristo: “Y he aquí que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).
Los cambios operados en la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II, la mayor participación de los laicos, el movimiento ecuménico, la solidaridad con los más pobres y necesitados, etc., y los distintos avances de la humanidad en el orden político, económico, técnico, científico, etc., no deben ser atribuidos solamente a la suficiencia humana. El progreso de los hombres se realiza siempre bajo la luz divina que esclarece la mente humana y la estimula hacia la perfección. Es necesario, por tanto, saber descubrir en todos estos acontecimientos del mundo y en los de nuestra historia personal, es decir, en los signos de los tiempos, indicios claros del amor que Dios tiene por el hombre de hoy.




CONCLUSIONES :

1. El hombre ocupa un lugar especial en la creación porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. De allí le viene su dignidad y superioridad entre todas las creaturas.

2. El hombre es semejante a Dios, sobre todo, porque es el único ser que puede conocer y amar a Dios. Ha sido creado para ser “amigo” de Dios, para tener una relación personal con Él. En consecuencia, sólo volviéndose a Dios el hombre es realmente hombre.

3. El hombre ha recibido de Dios el mandato sobre toda la creación. Puede disponer de ella en su beneficio, pero no liquidarla.

4. Dios ama su creación y no abandona nunca a sus creaturas, menos al hombre. Continuamente nos da pruebas de su amor, pero hay que estar atentos para descubrir e interpretar adecuadamente los signos de los tiempos..
Tomado de http://groups.msn.com/NuevaFilipos/_whatsnew.msnw
Material de catequesis: hay más...
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http://georges42.livelog.com
 
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